"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza." ARTURO JAURETCHE

lunes, 20 de diciembre de 2010

DOS SEMANAS, DOS PAÍSES

Se vino la calor y el clima se puso espeso, como de guiso recalentado. Hace unas dos semanas desayunamos sangre. Sangre boliviana. Y vieron que cuando hay sangre, enseguida aparece el buitrerío a pretender hacerse su festín. Buitres de todos los colores, algunos con micrófono, otros con teclados, otros con sillones.

Los episodios que se desencadenaron a partir de la toma del Indoamericano desnudaron pornográficamente todas las miserias de una parte de la sociedad argentina. O al menos porteña. Una parte de la sociedad para la cual el otro siempre es una amenaza. La otredad está dada por múltiples signos que esta gente considera indicio de peligro: nacionalidad, color de piel, condición social, franja etaria, lugar de residencia.

El enano fascista no estaba muerto, andaba de parranda nomás. Y en estos días se desnudó del modo más bestial. Durante años hasta parecía que habíamos desterrado la intolerancia. A lo mejor, pienso, muchos creyeron que las mejoras institucionales tenían su correlato en el pensamiento y el sentimiento de todos los argentinos. Hubiese sido lo lógico. Pero lo cierto es que el elemento facho, el pensamiento totalitario, anida en esta bendita Patria, mal que nos pese. Todos los bolivianos son narcos, todos los paraguayos son borrachos, todos los pendejos son drogadictos, todos los pobres son chorros, todos los indios son ignorantes, todas las villeritas son putas, todos los negros son vagos, todos los putos son degenerados.

Parecía que la intolerancia estaba desterrada, decía. Sin embargo, en estos últimos meses fue aflorando a medida que los otros, por distintas circunstancias, fueron siendo protagonistas. Veamos:

Con el conflicto de la 125, sin duda los otros fuimos los negros, los peronistas, el gobierno popular. Volvieron los insultos que hacía años no escuchábamos, negro de mierda, cabeza, ignorante, llevado por un chori.

Los pobres fueron visibilizados nuevamente con la AUH. Y ahí salió el enano a decir que la plata de la asignación, se la gastaban en juego, vino y droga. El parquet para el asado, digamos. No importa si los chicos ahora tienen galletitas a la hora de la leche.

Después, el "demonio rojo" fueron los pibes, cuando salieron a tomar escuelas pidiendo que no se les cayeran los techos encima. Fueron acusados de vagos que no querían estudiar, subversivos, terroristas. Juro que he escuchado estas frases. Las pasaron por televisión. A la derecha de su pantalla, señora.

Ya tenemos los negros y los jóvenes. Nos faltan los putos. También tuvieron su momento. Fue, claro, en tiempos de la discusión de la Ley de Matrimonio Igualitario. Sin ruborizarse, la "rubia por fuera y por dentro" preguntó si no iban a violar a sus hijos. Las señoras gordas se espantaron y sacaron a los pibes de los colegios chupacirios ( todos rubiecitos) a decir que querían un papá y una mamá y que todos los demás eran anormales.

Y llegó el turno de los bolivianos. Enseguida recordé a González Oro indignado porque un indio no podía, no debía ser presidente de un país. Un boliviano no podía ser presidente de Bolivia, digamos. Vamos, señora. Usted los conoce. Le venden los tomates todos los días. Laburan desde las 4 de la mañana hasta las 10 de la noche. Su verdulero boliviano, señora, hace eso. La mujer que limpia su casa y a la que tiene en negro, señora, es boliviana tal vez. Y los esclavos que hacen la pilchita de Awada que usted luce tan primorosa, señora, también son bolivianos. Los enfermeros y algunos médicos de buena parte de los hospitales públicos también son bolivianos. Pero capazmente usted no lo sepa, señora, porque si va al Hospital Alemán, por ejemplo, el boliviano seguro es camillero o hace la limpieza.

Las expresiones que se han escuchado y/o leído en estos días empezando por el Jefe de (des)gobierno porteño y terminando por cualquier tachero, pasando por los "vecinos" de Soldati que salieron a cazar bolivianos como en un chacú, mientras mi presidenta estaba hablando de derechos humanos, denotan más que acabadamente la salud y el crecimiento del enano fascista. La intolerancia, el racismo, la discriminación, el totalitarismo tuvieron cámara, papel, bits. Todo.

Otra vez quedó patente patente que hay dos países. Uno que apuesta a la inclusión, la ampliación de derechos, la convivencia, la pluralidad, la multiculturalidad, la otredad, la justicia social, la igualdad de trato, de oportunidades y de condiciones de vida. Otro que pretende erigirse ariamente, blancamente, puramente, y que el resultado sea un país para pocos, los que pagan sus impuestos, aunque no los paguen o declaren menos propiedades que las que poseen.

Lo terrible, lo verdaderamente terrible, es que este segundo país, el que tira gente por la ventanilla, está formado no sólo por dinosaurios "rubios de adentro y de afuera" o nenes de papá que se cansaron de no hacer nada y se pusieron a jugar a ser jefes de (des)gobierno, sino también por gente común, clase media tirando a baja que alguna vez fue baja y que considera que el pequeño ascenso que logró en este tiempo se debe exclusivamente a su esfuerzo personal y no (también) a las condiciones imperantes que le generó un gobierno popular.

Muy, muy lejos de un análisis sociológico, la pregunta es cómo una empleada de depósito, que con esfuerzo está terminando la secundaria a los cincuenta y pico de años, o una maestra, o una periodista de TN pueden considerar de "baja calidad" a un inmigrante, como si fueran descendientes del Duque de Windsor. La respuesta primera que se me ocurre es que eso tiene que ver con el eterno terror del mediopelo, la tilinguería que tan bien pintaba don Arturo, que se siente superior si hay alguien abajo en la escala socioeconómica. Y que siente que su estatus peligra si los "otros" tienen unas mínima posibilidad de asenso.


Y sí. No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado. Sobre todo si lo asustan desde la pantalla.

He dicho.

2 comentarios:

  1. Buen recordatorio de nuestra barbarie. Y si, hay una escala y una jerarquía entre la gente... nosotros, que venimos a ser la barbarie resulta que terminamos estando en un piso alto de la civilización. Uno porque busca votos la verdad, pero a veces no me da la paciencia para esperar los cambios culturales: qué quiere que le diga, tipos como los que ud tan bien describe son una manga de hijos de puta y lo peor es que algunos no lo saben todavía.

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  2. Buenísimo. Supremo relato! Buenísimo!

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LO LAMENTO DE VERDAD. OTRA VEZ HAY MODERACIÓN DE COMENTARIOS PORQUE HAY CAGONES QUE CONFUNDEN LIBERTÁ CON LIBERTINAJE. HE DICHO

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